…de 1988

Empecé pensando sólo en escribirle un whatsapp, unas cuantas líneas no para recordarle lo que pasó ese día de ese año sino para agradecérselo. 

Pero han pasado ya 32 años y cuando me pongo a escribir brotan las palabras cómo las hojas de ese extraño cactus que compramos en verano.

El 26 de septiembre del año 1988 fue el día más triste de mi vida.

Ahora tengo 47 años, Así que ya podéis saber que era sólo un crio.

Ese día, el cartero pasó a la hora más o menos acostumbrada. El verano se estaba marchando.

Pero el sobre no era de ningún color. Era blanco!

 

A pesar del tiempo que ha pasado, aun recuerdo el texto entero de aquella carta. Recuerdo el dolor, las lágrimas, el pensar que era yo y mi forma de ser, mi aspecto, mi complicada adolescencia lo que lo causó todo. Recuerdo llorar mucho y culparme constantemente de todo…

Menudas son las hormonas de la adolescencia, donde no eres, ni sabes, ni has vivido aun nada. 

Gracias por esa carta blanca y esas palabras sinceras. Gracias por que yo sin entenderlo para nada entonces, sin seguro quererlo provocar tú, me distes mi primera gran lección de vida. Una lección dura que para mi será (como perfectamente puedes comprobar) imposible de olvidar. 

En serio, gracias de corazón.

Han pasado 32 años ya! Wow, como se escurre el tiempo y la vida, qué rápido pasa todo,…

Hace un rato, paseando por mi vieja ciudad, de nuevo me vino a la mente ese verano… Y ese otoño e invierno,.., que mal lo pasé… Y no lo digo ahora llorando sino casi riendo,…, la vida y la experiencia me ha enseñado a sonreír con ternura y simplemente… recordar…

Es cierto que ese suceso, de ese 26 de septiembre de 1988 marcaría mucho mi vida. Así fue. Para bien o para mal, los caminos en la vida se suceden por puntuales chispazos que luego derivan en grandes existencias convergentes o… divergentes. Pero no puede ser de otra forma en un universo infinito en el que un extraño orden impera y un extraño caos y desconocimiento nos rodea y nos modela.

Ese año, ese día, esa cartero, esa carta por debajo de la puerta, esa ausencia de color y esas palabras significaron un gran chispazo para mi. Que pena no haber nunca podido estar contigo: de mayor aprendí que hay muchas formas de «estar» con una persona; pudiera haber sido tu amigo. Pero escogí perpetuar la estúpida postura del todo o nada, mi gran error de juventud (me sucedió más veces, y es que el looser es peor que el hombre y topa con la misma piedra muchas más veces, y luego se lleva la piedra a casa para irlo recordando).

En fin… Como siempre, ha sido un placer recordar ese día (¿Qué raro verdad?) y este año aun más por que… al escribirlo, hasta te lo he podido recordar… Un fuerte abrazo!

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