
A pocos días de Semana Santa, obligados por nuestro querido CoronaVirus Covid-19, seguimos confinados en casa, teletrabajando, teledurmiendo, telecomiendo, teletodo. El mundo entero se ha visto sacudido por lo que será la gran crisis de este siglo, una muesca más en la historia, a falta de terceras guerras mundiales u otros menesteres provocados por la raza humana. Y nos lo merecemos….
Me da a mi que si esto llega a algún que otro católico se me van a cabrear un poco. Pero me da igual, total, soy un looser.
Y es que claro que nos lo merecemos. Sin ningún atisbo de dudas.
Tomando como referencia el manual de todo buen cristiano (que recordaré, tiene 10 reglas básicas) y analizando cuán cuidadosos somos con sus pilares, concluiré que …. Nos las pasamos “por el forro” … todo el mundo en general y cualquier ciudadano de este consagrado país en particular.
Vamos a repasarlos…
Los diez mandamientos de la ley de Dios
y cómo a Dios hemos cabreado hasta hacer caer hacia nosotros el Covid-19 maldito
Primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas
¿Sí? ¿Seguro?¿Sobre todas las cosas? ¿De verdad? ¿Desde cuando? ¿De qué manera? ¿A qué Dios? Nos amamos a nosotros mismos, amamos al dinero, a tener seguridad, a nuestra burbuja de confort, a tener vacaciones, a disfrutar del tiempo libre, a ser reconocidos en el trabajo, a tener poder, a vivir a toda costa por encima de todas las cosas. ¿Donde está nuestro amor a Dios en aquellos que han vendido su alma al diablo, aun sabiendo que no están haciendo lo mejor que podrían, por el mero hecho de perpetuarse en alguna situación? Tenemos tan olvidado a Dios, incluso a nuestro propio Dios interno. Y Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Segundo mandamiento: No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano
Ya hemos empezado mal reconociendo que mucho amor, pues va a ser que no. ¿Y esto de tomar el nombre de Dios en vano? Al contrario! Se nos “ha ido la pelota” pero que mucho y lo vanalizamos todo, lo trivializamos hasta un punto que da vergüenza ajena. Vivimos en una sociedad donde tener es triunfar, donde el poder por encima de todo y si hace falta se toma el nombre del Señor nuestro Dios como sea por que el fin justifica los medios. Y Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Tercer mandamiento: Santificarás las fiestas
Por aquí si; esto de santificar, entendido como gozar, anhelar, desear, perpetuar, disfrutar, amar… Todo esto se nos da tan bien… Un punto para nosotros!
Cuarto mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre
Pues hay de todo en la viña del señor. Pero vamos a dejar esto en un “empate técnico”. Por que si bien hay verdaderas aberraciones en nuestra sociedad, en general, la familia, los padres, son algo importante en nuestra escala de valores. Y digo empate, y no punto a favor, puesto que la combinación del resto de incumplimientos no ayuda y lleva esta escala de valores, a veces, a extremos kafkianos.
Quinto mandamiento: No matarás
Suspendemos. Quizás no en el sentido físico (que claro que se da pero no masivamente) pero si en el figurado y espiritual: matamos ideas por miedo a perder el control; matamos mentes y pensamientos puros por que son “molestos” en nuestra sociedad; matamos realidades por que en nuestra burbuja nos hacen mover incómodos de nuestra mullida butaca; matamos el planeta por que el desarrollo se hace insostenible y el mundo productivo no entiende de medidas de control; matamos oportunidades cuando no hay suficiente dinero para que brillen; matamos el silencio con ruido ensordecedor; Y Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Sexto mandamiento: No cometerás actos impuros
(el autor ha decidido dejar el espacio de explicación en blanco por obvio) Y Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Séptimo mandamiento: No robarás
Se me ocurre aplicar lo mismo que en anterior pero luego me diréis que no desarrollo suficiente mis reflexiones. ¿Y quién no ha robado? Una idea, dinero, el alma o la vida… Somos un enjambre de auténticos ladrones, lo que ocurre es que muchos de nosotros creemos que estamos sin culpa. Robamos por que no podemos conseguir lo que anhelamos, por que anhelamos más de lo que necesitamos; robamos sin cesar y sin saberlo con nuestra forma de vivir el tiempo y la vida a otros, convivimos con ello y no hacemos nada para remediarlo. Robamos y robamos sin cesar y sin impunidad. Pero nunca nos pillan: somos hábiles en el disimulo. Y Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Octavo mandamiento: No darás falso testimonio ni mentirás
Es endémico. Nuestro ciclo vital conlleva crecimiento, mejora, perfeccionamiento. Pero tiene tantas fisuras… Las principales se dan por que nos han programado como seres ansiosos, nerviosos y en nuestra persecución de la “felicidad” cogemos atajos cuando nos conviene (y suele ser a menudo) aunque implique disfrazar la realidad, mentir o trazar ingeniosos planes y artimañas que esconden la verdad. Además de mentir, cada vez lo hacemos con menor sentido de culpabilidad. Y Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Noveno mandamiento: No consentirás pensamientos ni deseos impuros
¿Y que hago si los tengo? ¿Me fustigo? Venimos de no amar, de matar y si hace falta cometer actos impuros, mentir y de vanalizarlo y trivializarlo todo. Y para que se produzca toda acción antes debe completarse el pensamiento. Así que… Dios lo sabe y nos castiga… Nos lo merecemos.
Décimo mandamiento: No codiciaras lo bienes ajenos
Esto es acabar por todo lo alto! Si señor (nunca mejor dicho). La envidia, la codicia, el egoísmo, tres grandes lacras que se cobran cada año más víctimas que 10 epidemias de corona virus juntas. Y no exagero. Nuestra vida se ha vuelto ácidamente competitiva. Ello deriva en un afán de perseguir referencias por lo que son y, sobretodo, por lo que poseen. Y Dios lo tiene claro y meridiano y nos castiga… Nos lo merecemos.
No hace falta hacer mucho recuento. Dios lo sabe y…
Durante el confinamiento deberíamos reflexionar sobre cómo actuaremos cuando nos repongamos; cuáles serán nuestros nuevos objetivos y como nos sobrepondremos. Por que lo haremos, sobreponernos. Quizás algunos pensemos que somos loosers y por lo tanto, nadie tiene menos miedo que aquel que poco puede perder. Pero siempre se puede ir a peor. Aunque en materia de cumplimiento de mandamientos no ocurre lo mismo: estamos a cero por lo que a peor no podemos ir.
Claro que nadie quiere mal a nadie ni que mueran personas ni los efectos de una pandemia a escala mundial. Nadie lo quiere. Quizás Dios (el señor Dios o nuestro Dios interior para los agnósticos) nos manda un mensaje. ¿Estamos entendiendo lo que nos quiere decir?
Somos loosers.