
La vida es un infinito árbol de decisiones, un fractal vital, un laberinto de alternativas. ¿Maravilloso? ¿Angustiante? ¿Fantástico? ¿Inquietante? Eso lo decidirás tú.
Hay dos tipos de decisiones: Por un lado tenemos aquellas decisiones que nos son impuestas o inducidas por algo/alguien. Y por otro lado tenemos opciones o alternativas en las que nosotros podemos escoger libremente: nadie nos ha obligado a tomarlas.
¿Cuál de ella preferís?
Me encontré a inicios de diciembre, de frente, ante una «importante decisión». Aunque la decisión que debía tomar se inició de forma inducida «queremos que tú escojas qué quieres hacer…» tenía claramente connotaciones de «opción». Así me lo trasladaron. O así lo entendí. Pero eso sí: debía escoger libremente entre dos alternativas. Menuda paranoia! Obligado a escoger libremente…. ¿No os parece un mar de contradicciones?
¿Y si era una situación del todo envenenada? ¿Había consecuencias posteriores en función de lo que «libremente escogiera», con independencia de lo que escogiera? Claro que las había…
Así que hice lo que me pareció, en ese momento, con esas circunstancias, lo más inteligente… Lo que todo looser haría… Mi decisión fue… No escoger….
¿Y esa solución entonces… carecía de riesgos?
Por supuesto que no!
Cuando tu no escoges otros lo van a hacer por ti. Otros que no tendrán en mente, en general, tus necesidades, tu situación, tus objetivos… Dejar en manos de otros tu futuro es algo que nos sucede muy a menudo. Es parte del fractal vital del que hablaba al inicio, sólo que esa nueva iteración no está sujeta a lo que uno pueda desear… Y se abre un nuevo árbol vital, adyacente, enigmático, impredecible…

Estoy de frente expectante ante esta nueva situación. No estoy preocupado. Estoy triste. Triste porque pensaba que me enfrentaría a decisiones más importantes, más retadoras, que exigieran un mayor aplomo y explotación de mis capacidades. Pero así es la vida… Ahora yo puedo tratar de plantear nuevas opciones y sobre escribir mi estado. Siempre podemos hacerlo: ser dueños de nuestro destino, por insignificante que sea.
He llegado a tres conclusiones en todo el tema de «decidir». Quizás simplonas. No llego a más!
- Cuidaros mucho de tomar siempre vosotros todas las decisiones. Quizás no estéis suficientemente preparados para ello, quizás os empachéis de soberbia y no sepáis detectar vuestros propios errores. O quizás sí…
- Cuidaros mucho de dejaros llevar siempre por las decisiones que otros toman. ¿Qué intenciones llevan? ¿Podéis confiar en ellos? ¿Pensáis que además de sus propios objetivos, de verdad os tienen en cuenta?
- Cuidaros mucho de no tomar decisiones. Por que no decidir es ya en sí una opción. ¿Habéis pensado en las consecuencias de ello?
La única forma de regar vuestro árbol de decisiones es pensar con cautela lo que ellas van a producir, si es eso o no lo que queréis, si tenéis opciones o son simplemente sendas que estáis obligados a tomar…
El laberinto de la vida es maravilloso, siempre tiene situaciones angustiantes pero nos permite gozar de experiencias fantásticas aunque siempre, siempre, nos inquietará lo que el futuro nos depare.