En mi vida alguien terrible, la maldad hecha persona, el demonio encarnado en psicópat@ perturbad@ me hizo mucho, mucho, mucho, mucho daño.

Pero hoy, en medio de la incipiente oscuridad de la noche, junto a un agradable viento fresco y húmedo, observando la ciudad, impasible, me he dado cuenta que…

Ese descorazonado ser tenía razón en una cosa que alguna vez me decía…

«Tienes que ser más humilde«.

No tenía ni remotísima idea (nótese que deliberadamente el autor ha evitado la expresión «puta idea») de lo que me estaba diciendo en el fondo. Era una más de sus artimañas para infundir daño. Un recurso que mal aprendió de alguno de sus desaprovechados líderes espirituales, «coach» o de su propio y perturbado ego.

Y sin saberlo me dio un inmenso regalo… Oh Dios que ironía!

Los que me conocéis, sabréis que  nací y crecí en un entorno  humilde. La vida fue injusta con mi bisabuela. También lo fue con mi abuela. Dos grandes iconos desconocidos pero referentes de existencias volcadas para y por los demás. Mis padres me dieron todo lo que pudieron. Crecí rodeado de gente que apenas valoraba lo que tenía. Viendo como se aprovechaban de mis padres y de su bondad y, por que no, de su propia humildad.

Y me erigí cual Robin Hood: mi lucha contra el mundo, perjurándome a mi mismo que ya no dejaría que nadie pisoteara ni a mi ni a los míos.  Y medio lo conseguí.

Pero en esa guerra sin tregua perdí mi esencia. Dejé de ser esa humilde persona, bondadosa, comprensiva, a la vez que algo sagaz y reflexiva. 

Me dejé llevar.

Hasta hoy. 

Hasta esta noche. 

En el susurro del viento y el canto sordo de alguna ave nocturna he decidido volver a mis orígenes. 

No importa los «mamporrazos» que me pegue. Que más da que se rían de mi. O que intenten aprovecharse. Da igual. No es para nada relevante…

Me doy cuenta que se puede ser grande y humilde. Se debe ser todo lo grande y humilde que se pueda. Así debe ser.

Con mi arrogancia, con mi desdén, con mi rabia y mis venganzas estériles sólo he hecho que ensuciar mi esencia, los valores de mis antepasados. vanagloriándome de una razón absurda, de victorias siderales, vacías y estúpidas, de carreras sin cronómetro.

Y que difícil será desaprender! Que complicado cambiar ahora, casi llegando a los 50!!

Pero así debe ser, pase lo que pase,… 

Aunque el proceso pueda parecer complejo, la esencia del cambio es muy simple… Deja de querer demostrar nada a nadie. No trates de impresionar. Sólo se tu mismo y hagas lo que hagas siéntete orgulloso de ello. Pero no lo muestres, no te exhibas, no te sientas orgulloso cuando alguien apruebe lo que hagas o digas. No busques eso. Al contrario, busca, a pesar de todo, que ellos se sientan bien; su felicidad es tu victoria, aunque ello a ti te haga desdichado.

Esa desdicha es la clave de la humildad verdadera. 

En fin, por delante un reto de los mayúsculos. El reto de mi vida. Recuperar mi esencia, que a pesar de todo, no he vendido al diablo.

Y hablando de diablos…. Gracias demonio infernal por este gran y único regalo que me diste… Y que tú jamás podrás disfrutar.

Humildad 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You may use these HTML tags and attributes:

<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>