
¿Habéis probado nunca pasear un domingo justo mientras el reloj da la hora de acabar de comer?
Es la hora de la soledad.
He estado observando la gente a esa hora. En un barrio sin vida. Y es asombroso.
Sus miradas perdidas, a ratos perforando el universo, y otro hora cabizbajos, queriendo hundirse en la tierra…
¿Por qué pasean a esa hora? ¿Por qué lo hacen solos? ¿Por qué parecen tan tristes? ¿Qué coño hago yo mirándolos?
Quizás van tarde a comer a casa de algún familiar o amigo… Pero ¿Por esos barrios llenos de fábricas y almacenes? ¿Andando tan despacio o incluso reposando en un banco durante largo rato?
Quizás les gusta la soledad, o tratan de escapar de alguna pelea conyugal, o tratan de abrazar deseos escondidos. ¿Habrán comido ya? ¿Tendrán hambre de esperanza? ¿O quizás están digiriendo la vida?
A lo mejor les ha sucedido algo, están algo enfermos o viven viendo cómo alguien querido se va poco a poco yendo de este mundo. Puede que los hayan abandonado o sus propios hijos no quieran saber nada de ellos. Igual tratan de dejar una adicción y en el camino se han llevado por delante la felicidad de todos sus seres amados… ¿Por qué no lloran? ¿Quieren hacerlo pero ni las lágrimas consiguen aparecer?
Y digo yo… ¿Qué diablos hago pensando en ellos?
Seguramente por qué trato de escapar del día y de la noche, aun incluso en soledad, rellenando mi mente de pensamientos que no sean aquellos que me estremecen y me hacen llorar.
Sólo un looser camina entre la soledad.