
Quizás fue un sueño, quizás lo vi en un post, o en un vídeo, o una serie. Quizás me lo contó alguien o lo oí en la soledad de una comida, compartiendo furtivamente conversaciones ajenas.
A lo mejor simplemente era la letra de una canción que sonó durante una comida de amigos. O probablemente sólo es fruto de mi imaginación.
El caso es que estaba convencido que existía. Que era real. No fácil, pero alcanzable. Quería verlo. Ver como existía y desde cuándo. Y visitarlo, si pudiera, para perderme en él.
Por dentro crecía la obsesión. Con connotaciones casi enfermizas.
¿Dónde estaba el camino del jardín de los deseos?
Empecé una gesta que no tenía fin para encontrarlo.
Mi portátil sacaba humo.
Google estaba empezando a reindexar las búsquedas de tanto “searchearlo”….
Eduardo Gabín escribió un libro “El Jardín de los deseos”. Pero no estaba el camino. No sirvió.
En Madrid le habían puesto nombre a una tienda de bisutería y hasta estaban apunto de abrir otra en Gran Vía nada menos. Pero a pesar de espectaculares artículos, hasta originales y de calidad, para nada era lo que buscaba.
Jorge Luís Borges escribió un cuento “El jardín de senderos que se bifurcan”. Y pensé, ¿Senderos? Caminos!! Aunque me angustiaba que se bifurcaran demasiado. Tampoco.
Además, la mezcla de laberinto infinitamente complejo y novela interminable, sólo pensar en ello, tornaba pesadilla la angustia.
Otros resultados de las búsquedas me enseñaron como montar un bonito camino de jardín, por si ese fuera mi deseo. Pero no, precisamente eso… no… no… no….
Y seguía en mi gesta, ensimismado que tenía que encontrarlo….
Pero todos sabemos lo que pasa con Google a partir de la quinta página de resultados: pues eso: encuentros en la quinta fase….
En fin, por si a alguien le interesa, encontré un albergue (El Jardín del camino) en Mansilla de las Mulas (¿Eso existe? Pues sí, y está cerca de León)

Estaba perdido.
De primeras, la típica sensación cuando no te acuerdas de un nombre pero lo tienes visualizado, sabes quién o qué es. Pero no acabas de encontrar la palabra.
Decidí descansar. Tomarme un respiro. Olvidar esa frase… “el camino del jardín de los deseos”….
Pero fue imposible… Al día siguiente volví para escribir el final de la historia.
Y sólo me salieron estas palabras…
Lavanda de sabiduría, inteligencia y perspicacia.
Hiedra de complejos proyectos y objetivos.
Rosales y claveles de salud, fuerza y vitalidad.
Glicinas de éxito y respeto y confianza.
Helechos de amor y sensualidad
Clemátides de esperanza
Clívias de felicidad
El jardín de los deseos…
¿Cómo llegar a él?
¿Cómo tomar un viaje sin retorno ni salida?,
Un viaje imposible sin…. sin… ¿Camino?
No podía solo. No puedo… Me rindo.
Necesito que alguien me ayude a encontrar el camino.
¿Qué otra cosa se puede desear más?