
¿Me creeríais si os dijera que una de las cosas más complicadas del mundo mundial que te pueden pasar es tener una amiga que estudia psicología?
Pensaréis, claro, bueno, eso podría ser porqué está todo el rato analizándote, queriendo entender cómo eres, qué te pasa, qué necesitas y eso pues al final puede acabar causándote cierto… ¿pesar?. O quizás intentando que te dejes psicoanalizar con técnicas experimentales raras …. ¿Verdad?
Pues no. No es eso, ni tampoco lo típico de los chistes de psicólogos (que desconocía completamente pero que para mi sorpresa: es un mundo) como por ejemplo…
Bienvenidos a la Línea de Atención Telefónica de Psicólogos Martín (terapias sin fin)…
Si tiene usted personalidad múltiple, pulse 3, usted pulse 4 y usted pulse 5.
Si sufre usted alucinaciones, tome ese teléfono gigante multicolor que tiene usted a su derecha y espere a que una voz en su cabeza le indique qué tecla pulsar.
Si padece usted paranoia, tan solo aguarde unos instantes mientras rastreamos su llamada. Nosotros ya sabemos quién es usted, lo que ha hecho y lo que se propone hacer.
Si es usted obsesivo-compulsivo, pulse 1 repetidamente y, tras 2 minutos, pulse cuatro múltiplos de 3. Si se equivoca, debe repetir lo mismo pero a la inversa cuantas veces sea necesario.
Si es usted co-dependiente, pídale a alguien que pulse el 2 por usted.
Si sufre indecisión, deje un mensaje después de escuchar la señal… o antes de escucharla… o quizá durante la señal. Decida usted cuándo dejar el mensaje.
Si tiene baja autoestima, cuelgue y no vuelva a llamar. Necesitamos la línea libre para atender a clientes más importantes que usted.
Si sufre inseguridad, pida ayuda a alguien para pulsar el 6, porque seguramente no será capaz de hacerlo solo.
Si padece usted depresión, no importa qué número marque, ¿qué sentido tiene?
No, no no, no… Nada de eso…
Lo complicado de tener una amiga psicóloga es que “Freuduriza” las cosas.
Y claro, se me ocurrió explicarle que estaba «bajo de moral» el otro día (normal con los Loosers). Y, entre otras cosas, me respondió que mi principal problema es que me gustaba “fuetearme” (en castellano significaría algo así como «fustigarme», osea, darme con el látigo). Y me dijo que si no paraba de compadecerme de mi mismo me regalaría uno. Evidentemente le dije que “No se atreviría a hacerlo”.
Pues sí, se atrevió… El resultado lo reproduzco a continuación…