
Aun recuerdo las sensaciones de esta serie en sus primeros capítulos: incredulidad, estupefacción, vergüenza y un poco de asco. Todo ello mezclado con grandes dosis de ironía y humor. Algunos personajes me ponían muy nervioso (principalmente el jefe) y otros me producían el efecto contrario.
La serie me ha estado acompañando unos cuantos meses. Y me ha dado la oportunidad de comparar algunos jefes pasados, algunos compañeros entrañables, de antiguos trabajos…
Durante 9 temporadas, concentradas, quizás, en demasiado poco tiempo para atravesar cada una de sus partes, afectado por el síndrome de «seriecolmo», he tenido la sensación en cada capítulo de ya haberlo visto antes. Sin que ello fuera posible. La mezcla de realidad, cotidianeidad y inverosimilitud me ha encantado a la vez que, en ocasiones, conmovido.
Algo increíble, he llegado a sufrir por el personaje para el que al principio simplemente no quería ni ver. Y eso también sucede en la vida real.
Os tengo que reconocer, a pesar de ser una ácida comedia, que en su novena temporada me he emocionado (lágrimas incluidas) con las historias, su suceder, su realidad, su cercanía,…
Es una serie compleja para dar una oportunidad. Pero si se la das te atrapa y acaba por conquistarte.
Me quedo con que la tenacidad, la insistencia, al final, tiene su premio. Si no que se lo digan a Dwiight Schrute…